Quisiéramos aclarar en las siguientes líneas las confusiones que ha podido provocar entre los lectores de este diario el artículo publicado el pasado domingo bajo el título de «Jaque al movimiento vecinal», y que hace referencia a los presupuestos participativos que el ayuntamiento impulsa en los distritos urbanos de Zaragoza.
Señala el artículo lo que denomina una «colisión» entre el movimiento vecinal tradicional y «colectivos nuevos, con ideas distintas, que se han demostrado más eficaces en la captación o movilización de apoyos…», en relación a las propuestas presentadas en dichos presupuestos participativos.
Sin duda se confunde al lector cuando ejemplifica a estos nuevos colectivos con las asociaciones de la Plataforma del Distrito Sur. No se dice que esta plataforma está formada por las asociaciones vecinales de Valdespartera, Montecanal, Rosales del Canal y Arcosur, las cuales, todas ellas, forman parte de la Federación de Asociaciones de Barrios de Zaragoza, FABZ. Difícilmente puede haber «colisión» con unas asociaciones que llevan muchos años integradas, trabajan juntas y cuentan con todo el apoyo del movimiento vecinal «tradicional».
Del mismo modo, tampoco puede «colisionar» el movimiento vecinal con las AMPAS cuando la colaboración con ellas y la atención a las necesidades educativas han sido «tradicionalmente» preocupación prioritaria de las asociaciones vecinales. Ejemplo de ello son, precisamente, la colaboración de las asociaciones de la Plataforma Sur, o las movilizaciones en el distrito del Rabal por la saturación y sus problemas de escolarización. Por ello, lejos de cualquier «colisión», estos presupuestos participativos pueden y deben ser un ejemplo de la «confluencia» de las vecinales con las AMPAS.
Señalado esto, es de agradecer la atención y las críticas que dedica a un proceso participativo largamente demandado por el movimiento vecinal. Críticas que nuestras asociaciones han sido las primeras en señalar y que, en buena medida, se derivan del escaso papel previo que los responsables municipales han dedicado al tejido asociativo ciudadano, no solo vecinal. Pero críticas que parten también del reconocimiento hacia el equipo de gobierno de Zaragoza en Común por haber impulsado esta nueva fórmula de participación de manera generalizada aunque aún faltarán los distritos rurales.
En este sentido, se cita con buen criterio la experiencia previa de presupuestos participativos que en años anteriores se impulsaron desde las Juntas de Distrito de El Rabal y Casablanca, en un caso de la mano de la concejala responsable del PSOE, y en el otro del de la CHA. Bueno hubiera sido el haber tenido en cuenta esta experiencia y el papel determinante que las Juntas de Distrito, sus responsables, tejido social y técnicos municipales, debería haber desempeñado en el proceso que nos ocupa.
Es evidente también la relativa baja participación alcanzada hasta ahora. Sin duda, los impulsores del proceso han sufrido un exceso de confianza –casi un espejismo– en esas nuevas tecnologías que debían ser la panacea para la nueva participación. Han sido numerosas nuestras críticas pero debemos insistir en la novedad y las dificultades. Es la primera vez que se hacen, en buena medida caminan por un terreno ignoto, parten de la inexperiencia tanto de quienes los impulsan, como, lo que es más importante, de los propios participantes, vecinos y vecinas. Hemos criticado que propuestas fruto de intereses individuales o parciales puedan primar sobre otras colectivas y de interés común. También deberá solucionarse la confusión entre las propuestas que pueden ser objeto de votación o no, por ser competencias municipales y estar adscritas a esos cinco millones de los presupuestos. Pero estamos seguros que, al año que viene, la solución a estas cuestiones supondrá un paso de gigante. Solo hay que pensar que se partirá de entrada de un listado definido y cuantificado en los costes de aquellas propuestas que servirá de guía comparativa para las nuevas aportaciones.
Dos últimas reflexiones. Una es que ni la participación ciudadana ni el trabajo de las asociaciones vecinales se reduce a proponer sobre esos millones que se adjudican desde los distritos. Mejorar las condiciones de vida de nuestros barrios y de la ciudad –que es el objetivo último del movimiento vecinal– no se hace con esos cinco millones, sino con los presupuestos anuales de la ciudad (724 millones este ejercicio) y con los de otras administraciones, como es el caso, tan preocupante en nuestros barrios, de la educación y la sanidad.
Y un último apunte. Es cierto que las asociaciones más jóvenes de la FABZ –aunque otras más tradicionales no les han ido a la zaga– han tenido un papel destacado en estos procesos. No creo que haya una persona en el movimiento vecinal que no piense que este debe renovarse y adaptarse a las nuevas formas de participación que nos exige la sociedad. Las asociaciones son espacios abiertos donde vecinos y vecinas, por encima de adscripciones políticas o de cualquier tipo, se reúnen y ponen en común inquietudes y propuestas para mejorar sus condiciones de vida. Profundizar en los valores democráticos, en la participación, en su independencia de los poderes políticos, en la trasparencia, y aprovechar las oportunidades que los nuevos medios nos brindan para reforzar estos valores son el gran reto que tenemos por delante. Pero solo con la más amplia participación de los vecinos y vecinas, nuevos o tradicionales, lo podremos conseguir. A ello les animamos para hacer una ciudad más democrática, justa y solidaria.
Nieves Boj Martínez
Presidenta de la FABZ
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