Una fiesta «resucitada»:
La reaparición de la Cincomarzada en los inicios de la transición democrática
Raúl Alberto Mayoral Trigo. Universidad de Zaragoza. (Autor del libro El 5 de marzo en Zaragoza. Aquella memorable jornada, editado por la Institución Fernando el Católico)
Ofrecemos algunos extractos y en pdf el texto completo la ponencia publicada en Veinte años de congresos de Historia Contemporánea (1997-2016). Carlos Forcadell y Carmen Frías (coords.)
La violencia con la que se impusieron los militares sublevados y sus simpatizantes civiles fue lo suficientemente expeditiva como para eliminar de un plumazo, en este y en otros muchos casos, físicos o no, décadas de tradición. El mito de la batalla del 5 de marzo de 1838, o el de la Zaragoza que lo construyó, que tanto habían dado que hablar, desaparecieron a partir de 1936-1937 enterrados bajo la losa del olvido. La misma que se echó sobre todas las historias de España que no concordaban con la cosmovisión de quienes pronto iban a ser vencedores en la guerra incivil. Y así siguió todo en lo tocante a la memoria de la Cincomarzada hasta la muerte del dictador en noviembre de 1975. (…)
… La memoria recobrada del 5 de marzo formaba parte, por lo tanto, de un proceso general, acelerado con la muerte del dictador en 1975. Proceso en el que se entremezclaron diversos asuntos del momento: la importancia de los barrios y las asociaciones vecinales, en gran medida actores olvidados de la Transición. Los debates y las movilizaciones sobre la autonomía, especialmente a partir de la luz verde a los estatutos de autonomía en el País Vaco o Cataluña en diciembre de 1979, o su concesión en 1980 a Andalucía. También la necesidad casi vital sentida por una parte notable de la ciudadanía, después de la dictadura, de crear nuevos espacios de afirmación política o social… (…)
… hacer resurgir el 5 de marzo era forzar la apropiación de una tradición histórica remontada hasta el liberalismo del XIX y sus herederos. «Vimos enseguida», apuntaría muchos años después Demetrio Morato, «que con ella se restauraba una fiesta verdaderamente popular con la que, de modo espontáneo, conectaban viejos y jóvenes, hombres y mujeres, los cuales, casi sin saberlo, conectaban también con quienes muchos años antes se había echado a la calle aquel 5 de marzo de 1838»…
… La prensa, que en apariencia prestó una atención relativamente escasa a la improvisada celebración de 1979, adoptó en breves una actitud favorable: un medio como el Heraldo de Aragón, por ejemplo, no tuvo inconveniente en calificarla como una iniciativa «excelente», justificándola luego como una ocasión para que el pueblo «de Zaragoza vuelva a disfrutar de lo que es verdadera convivencia democrática» (…)
… Así pues, la fiesta «resucitada el año pasado», volvió a celebrarse en 1980 ahora ya en el parque del Tío Jorge, aunque de nuevo en una fecha extraordinaria, puesto que el 5 volvió a ser laborable y hubo que trasladar los actos al domingo 9. Tras la experiencia del año previo la organización dispuso un programa bastante más amplio de actividades que abarcaron buena parte de la mañana y de la tarde: campeonatos de petanca, charangas, espectáculos infantiles, competiciones deportivas aragonesas, exposiciones, comida campestre, actuaciones de la banda de la Diputación, etc. De paso, el Ayuntamiento aprovechó el acto para inaugurar la nueva ampliación del parque del Tío Jorge (…)
Cabe preguntarse si en el presente la celebración del 5 de marzo, la Cincomarzada, contribuye a generar una identidad concreta, local o regional. Más aún, ¿tiene su memoria en el momento actual un peso parecido al que tuvo hasta el golpe de Estado de 1936? Quizás carezcamos todavía de la debida perspectiva histórica, aunque la respuesta en ambos casos me temo que debería ser igualmente ambivalente. Desde luego, y como entonces, es innegable su arraigo popular y festivo. La asistencia de público y participantes así lo demuestran, y algo de esto podría explicar la ocurrencia más reciente de comercializar con ocasión del día un pastel en forma de cinco…
Por otro lado, la fecha mantiene asimismo buena parte del empuje revindicativo que adquirió a partir de su reinvención en 1979, precisamente algo de lo que en gran medida se había despojado a la altura de 1936. Pero a pesar de lo anterior, su tradicional importancia en cuanto colector de sensibilidades políticas enfrentadas ya no es aplicable a la actualidad. Con los oportunos matices que siempre deben exigirse al investigador, lo cierto es que las fuerzas políticas que hasta ahora han dirigido las instituciones locales lo han asumido, en general y con algunas mínimas excepciones, sin ánimo de usarlo como arma en sus legítimos enfrentamientos…
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