Iniciamos esta nueva sección de la WEB, que recogerá artículos publicados en la revista La Calle de Todos, con éste de Javier Delgado dedicado al Canal Imperial, aparecido en el número 11, octubre de 1994, cuyo interés, como podrán comprobar, supera por su calidad literaria los estrechos margenes de la actualidad inmediata
Canalizar: Hacer historia y pasear
Javier Delgado
Canalizaron el agua, pero también la vida, el día y sus labores, la comunicación, la industria, el optimismo de un largo camino hacia el mar dando un rodeo al río. Inventaron un río hecho a la medida del hombre, un dedo que acariciara el lomo polvoriento de los secanos, una lengua que dijera: tierra, tierra, en un lenguaje nuevo y amable. De barro hicieron un cuenco que hiciera de cuenca sedosa para el agua tomada prestada, un Canal imperialmente grande y poderoso hicieron. Cambiaron la historia, canalizaron el agua silvestre y destalentada del río y la hicieron humana y entendida, complaciente, industriosa. El siglo de las luces fue pignatellizado en siglo acuático: la tierra y el aire, qué otros dos elementos hubieron de cambiar en algo, se aragonesizaron positivamente. Como ya nunca nada volvió a transformarse aquí. No llegaron al mar: la tierra huía bajo el peso del agua encanalada. No fue el canal hasta el final. Y qué más da. No hubo sueño de la razón, no se produjo ningún monstruo. Muy cuerdamente, se abandonaron las obras y alguien pudo decir: misión cumplida. Porque se cumplió.
Es cierto que los franceses bajaron cañones a su costa, cañones que arruinaron Zaragoza desde los montes de Torrero, qué guerra, qué gesta, qué gesto. Qué diantres: la guerra es la guerra, también la de la Independencia, qué paseo tan bonito nació con la guerra. Con las guerras nacen caminos, canales y puertos, porque no son de paz, siempre se gasta más dinero en guerras. El Canal fue excepción. También es cierto que soltaron a mala leche toda el agua que saliera por las tajaderas, y aun por boquetes, para devastar las huertas de Zaragoza, qué ideas dan las guerras contra la Independencia, debió de ser aquello un pequeño Vietnam acosado bajo el manto de la Virgen del Pilar, qué cosas se hacen con el agua, con los canales, con las huertas, con la población que sufre un asedio. Luego cortaron el agua para fastidiar más: las acequias dejaron ver cientos de cadáveres animales y humanos en sus tripas secas. Qué recuerdos, entre laureles hoy. Muy Noble, Muy Heroica, Muy Benéfica e Inmortal.
Vinieron luego más listos, los que estaban esperando la ocasión pelona. Cien años tuvieron para tomar notas. Compraron las huertas a los hortelanos menos defendidos. Y allí donde hubiera regantes hubo otra clase de gente que rima en consonante, qué negocios hicieron, qué dineros frescos daban esas huertas, qué lechugas a mil, qué cebollas de capas de pesetas. Crecieron chimeneas como setas de humo, maquinarias modernas, agua hecha energía, potencia, luz y sonido. La Exposición de 1908 certificó los logros de la industriosidad. Qué Paraíso, qué Morer, qué Magdalena. Por una vez, hubo clase de primera en Zaragoza. Y no se olvidaron del Canal.
Sus nietos sí. El Paseo aquel lo hicieron avenida, y del propio Canal un basurero. Total, ya nonos sirve, no somos industriales ni regantes, las pesetas nos vienen por otros canales, nos gusta más el Ebro que el Canal, tiene más caja, dicen, no van al Canal ni a pasear ni a echar un vistazo. Ni siquiera por aquello del recuerdo familiar. A la Quinta Julieta sí, hacen ejercicios, un deporte como otro cualquiera, y este a la orilla del Canal. La espiritualidad del agua y del barro. En eso te convertirás, ya verás.
Pero, mientras tanto, ¿es mucho pedir que nuestra ciudad tenga un paseo más? El Canal no es cosa de patos simpáticos y de ratas muy sanas. ¡Si el Señor Pignatelli la levantara!
Bibliografía:
Guillermo Pérez Sarrión. El Canal Imperial y la navegación hasta 1812. Institución Fernando El Católico. 1975.
Canal Imperial de Aragón (1528-1985). Exposición conmemorativa. Zaragoza, Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza, Aragón y Rioja. 1985.
¡Si el Señor Pignatelli la levantara!
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