Demetrio Morato, de la Asociación Vecinal La Jota
Demetrio Morato Martínez, nace en Sediles, un pequeño pueblo de la comarca Calatayud, donde su padre era maestro, en 1937, en plena guerra civil, el día que entraron los nacionales en Teruel, nos dice. Es vecino de Zaragoza desde 1962. Su biografía está ligada a la Misión Obrera española y a la Orden jesuita, de la que es hermano, pero -o precisamente por ello- Demetrio es “un verso libre y socarrón», como ya le dijeron en el homenaje que junto a José Luis Ochoa les rindió la Junta Municipal de El Rabal en 2013,” –también les dijeron que eran “los Zipi y Zape de La Jota”…
Un verso libre, un hombre libre se quiere decir. En el caso de Demetrio esto tiene mucha miga que intentaremos explicar. Un hombre libre y fraterno, hay que añadir para empezar. Una libertad que va unida, que es indisoluble de la fraternidad. La historia de Demetrio está ligada, a esas comunidades cristianas que tantísima importancia tuvieron en los primeros pasos del movimiento vecinal en nuestra ciudad, y también en el resto de España –todos recuerdan al Padre Llanos, en el Pozo del Tío Raimundo de Madrid. Es el caso también, sin ir más lejos, de la compañera Pilar, pero también de otros compañeros del Picarral, de Torrero, de Las Fuentes o del Oliver, de asociaciones que se crearon alrededor o que tuvieron su primer cobijo en las parroquias de esos barrios. Parroquias, pero unas parroquias que no comulgaban con la Iglesia oficial, la de los obispos y prelados, jerárquizada, enraizada en el franquismo por el que había tomado partido en la guerra civil y que, como nos recuerda Demetrio en su libro “12 cartas a Paco”, fue “un pecado gravísimo que el pueblo no olvida y que requiere, naturalmente, penitencia”, una penitencia que no han hecho.
En 1975 Demetrio abandona la cómoda posición que ocupaba en el colegio Mayor Pignatelli, y se va a vivir en comunidad al barrio de La Jota y a trabajar como uno más de sus vecinos, una decisión que no fue muy bien vista por muchos sus antiguos compañeros. Pero Demetrio es un hombre libre. No quiso ser esclavo de un futuro confortable, no quiso las cadenas de los despachos y los salones. ¿Cómo quedarse en ellos cuando tantas injusticias y penalidades se padecían en las calles y los barrios? No, no era eso lo que Demetrio había leído en el Evangelio.
Quiso ser un trabajador, ganarse el pan como cualquiera. Y mañas no le faltaban. Aprendió varios oficios, zapatero, carpintero, incluso peluquero… Lo que se dice buscarse la vida. Pero eso sí, otra vez como “verso libre”, intentando huir de esa condena que es depender de un patrón o hacerse patrón uno mismo. Y fue lo que hoy llamaríamos un emprendedor. A principios de los 80, monta con otros compañeros un obrador y tienda de panadería, la “Torticas”. Y ahí lo tenemos haciendo pan con sus manos y repartiéndolo, como se hacía entonces, con el carrico. A los pocos años, con ese proyecto en pleno rendimiento, lo deja para montar con otro socio una droguería-ferretería, donde además de la venta hacía de zapatero y reparaciones en general.
Y por las tardes a la Asociación. No hacemos otra vez lista de las movidas en las que ha participado en el barrio. No hay más que pensar cómo estaba en aquellos años 70, y cómo está ahora: los charcos, las fábricas contaminantes, las tapias, las torres de alta tensión, sin aceras, sin escuelas, sin ambulatorios, sin casa de juventud, sin centro cultural… Si preguntamos a los compañeros nos dirán que Demetrio es un militante. Siempre está ahí para lo que haya que hacer, para el trabajo menudo o para el complicado; para pegar carteles o para organizar y llevar las cuentas de las acampadas comunitarias al Pirineo; para hacer de cocinero o para editar el boletín de la Asociación “Haciendo Barrio” durante muchísimos años, o ser director y escribir en la revista La Calle, y en el Secretariado de la FABZ en 2011-2012.
Si hacía falta ocupar un cargo, lo ocupaba, pero no ha sido Demetrio amigo de ellos. Y de nuevo tal vez porque es un hombre libre y fraterno: “uno es vuestro padre y todos vosotros sois hermanos”, nos recuerda en su libro explicándonos su fe y su entrega a los demás. Ante la seguridad, ante la autoridad de los que todo lo saben, Demetrio nos recuerda que de nada estamos seguros, que nadie puede imponer sus supuestas seguridades a los demás, que el único camino es el “seguimiento humilde de Jesús y confiar en la acción del Espíritu en cada cual”. Y termina con el que podría ser el lema que le ha guiado y en el que todos podemos reconocerle: “Sobre todo: intentar servir y no estorbar”.
De verdad que en este mundo de individualismo y rivalidad permanente, de tantos seguros de sí mismos y de sus convicciones, la actitud de Demetrio es un bálsamo mágico.
Y en fin, si hay que ponerle una imagen a ese “servir y no estorbar”, cómo no recordar a Demetrio en todas y cada una de las Cincomarzadas, “oliendo a oveja”, bueno, a brasas y a longaniza, y ofreciéndonos ese pan duro que ya nadie había de comer, convertido en las mejores migas de todo el fiestorro.
Y bueno, ha recordado Pilar a su familia. Tampoco podemos hablar de Demetrio sin sus compañeros de la parcela de la calle Ruiseñor con los que ha convivido a lo largo de años. Hoy con Armando, Eloy y Gloria. Y también con José Luis que, aunque no se lo crucen por el pasillo, no deja de estar con ellos. Y que cualquier día se les aparecerá en la Cincomarzada a por su ración de migas.
Demetrio recibe el Renocimiento Vecinal de Juan Andrés, compañero de la Asociación Vecinal La Jota
Demetrio en la Asociación Vecinal
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