La Comisión de la Mujer de la Federación de Asociaciones de Barrios de Zaragoza convocó el 3 de junio la concentración de Martes Lilas Junio 2025 contra las violencias machistas, como cada primer martes de mes, a las 19h.
En esta ocasión estuvo centrada en visibilizar y denunciar las violencias hacia las mujeres en las guerras y conflictos bélicos. Por eso, se realizó una performance en la se leían 10 violencias escritas en un cartel que llevaba cada mujer: Violencia sexual como arma de guerra, Explotación sexual, Violencia doméstica aumentada, Violencia física, Violencia psicológica, Violencia económica, Violencia institucional, Violencia reproductiva, Violencia cultural y simbólica, Violencia por desplazamiento forzado. Al finalizar, las mujeres rompen y tiran esos carteles.
A continuación, se leyó el siguiente texto:
Desde una mirada feminista y pacifista, decimos NO al militarismo.
Decimos SÍ a la vida, a los cuidados, a la justicia y a la paz.
Porque ningún proceso de paz es legítimo sin nosotras.
Porque nuestros cuerpos no son territorios de guerra.
Porque nuestra lucha es por un mundo donde vivir valga la pena.

Después se leyó parte del comunicado escrito con la Coordinadora de Organizaciones Feministas de Zaragoza para el reciente 24 de mayo, Día Internacional de las Mujeres por la Paz:
Las guerras no solo destruyen ciudades: atraviesan cuerpos, arrasan vidas y perpetúan estructuras de dominación. Hoy alzamos la voz desde una mirada feminista para denunciar que el cuerpo de las mujeres sigue siendo un campo de batalla en los conflictos armados. La violencia sexual es utilizada como arma de guerra, método de tortura, estrategia de humillación y destrucción de comunidades. Nuestros cuerpos, una y otra vez, son tratados como botín y territorio a conquistar.
Las consecuencias de los conflictos son devastadoras, y las mujeres disponemos, a menudo, de menos medios para protegernos que los hombres. Somos excluidas de los procesos de reconstrucción, tenemos menos oportunidades para volver a una vida normal y para obtener justicia por las violaciones de nuestros derechos fundamentales. Pese a ello, las mujeres somos agentes de cambio y deberíamos tener más oportunidades para trabajar por la paz, aunque nuestro rol esté aún subestimado.
Lograr un equilibrio entre hombres y mujeres en los procesos de resolución de conflictos no es un lujo: es una necesidad. Las mujeres aportamos al diálogo la escucha, la empatía, la diversidad, valores esenciales para una paz duradera. El personal femenino mejora la eficacia y la credibilidad de las misiones, especialmente ante las poblaciones más vulnerables. Así lo reconoce la Resolución 1325 del Consejo de Seguridad de la ONU, que subraya el impacto desproporcionado de los conflictos sobre mujeres y niñas, y la urgencia de su participación plena en la construcción de la paz.
Nosotras, ciudadanas privilegiadas por vivir en una sociedad con leyes de igualdad, sabemos que el machismo libra una guerra invisible y constante contra las mujeres, negando nuestra igualdad, ignorando nuestro valor y relegándonos a la irrelevancia. Mientras en nuestro país cada paso hacia la equidad enfrenta resistencias, en Afganistán las mujeres y niñas viven bajo un apartheid de género impuesto por el régimen talibán: sin educación, sin libertad de movimiento, sin trabajo, sin voz.
Nuestra voz se une a la de las mujeres afganas y a todas las que resisten en contextos de violencia y guerra. No aceptamos que ninguna mujer sea silenciada ni invisibilizada. Reafirmamos nuestro compromiso con la justicia, la paz y los derechos humanos, y exigimos el fin de toda violencia patriarcal y militarista. Reivindicamos un mundo donde los cuidados estén en el centro de la vida, y donde ninguna mujer, en ningún lugar, sea olvidada.
En nuestro país, el aumento del gasto militar y la expansión de industrias de armamento, como Instalaza en Zaragoza, reflejan una deriva militarista que desprecia la vida y el bienestar colectivo. Nos oponemos frontalmente a esta economía de la muerte. Exigimos que los fondos públicos se destinen a proyectos de desarme, cooperación y justicia global.
No es casualidad que las principales víctimas de las guerras sean mujeres, niñas y niños. En Ucrania, Sudán, Yemen o Palestina, la violencia sexual, reproductiva y estructural se emplea como táctica de opresión. Según la ONU y Amnistía Internacional, Israel ha utilizado sistemáticamente violencia de género como arma en su genocidio contra el pueblo palestino, destruyendo centros de salud materna y negando atención sanitaria.
Frente a la propaganda de “seguridad”, las feministas decimos la verdad: la guerra no es inevitable, es una elección política. Una elección patriarcal, colonial y capitalista. Por eso decimos: no en nuestro nombre. No con nuestro dinero. No en nuestros territorios. No en nuestros cuerpos.
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